Uno de los requisitos para formar parte de la Francmasonería, consiste en ser un hombre libre y de buenas costumbres. Se entiende por tal al que no sólo posee la libertad física, sino también –actualmente, sobre todo- la de pensamiento y expresión. Dicha libertad se logra por medio de la tolerancia, el respeto hacia las ideas ajenas y a través del rechazo de actitudes dogmáticas y sectarias. Con esta idea, queremos indicar que todos aquellos que se denominan librepensadores –se trate de masones o profanos- normalmente son mal vistos (cuando no son enemigos) por la mayoría de los sistemas de poder, máxime si aquellos son de corte totalitario.
El pasado día 18 de julio, se cumplieron setenta y nueve años del golpe de estado contra el Frente Popular de Izquierdas, llevado a cabo una parte del Ejército Español, así como otras fuerzas políticas de sesgo conservador; los cuales se autodenominaron posteriormente como bando nacional. Dicha actuación, trajo como consecuencia la última Guerra Civil que asoló nuestro país, la caída del régimen republicano y la implantación de una dictadura de tendencia derechista que perduró casi cuarenta años.
Por lo ya expuesto, cabe deducir que uno de los enemigos directos de la llamada España Nacional fueran los francmasones, quienes en una absurda e indocumentada teoría, fueron asociados intrínsecamente con los marxistas en el célebre “contubernio judeo-masónico”. Este concepto, que perduró en el régimen franquista hasta el mismísimo año de su terminación, fue utilizado de manera recurrente en buena parte de los discursos del entonces jefe del estado español. Buena prueba de ello fueron las numerosas leyes antimasónicas, que reflejaban la obsesión del general Franco y sus partidarios por este peligro que supuestamente les acechaba. La primera de dichas normas, se promulgó en fechas tan tempranas como el 15 de septiembre de 1936: un Decreto cuyo primer artículo indicaba que La Francmasonería y otras asociaciones clandestinas son declaradas contrarias a la ley. Todo activista que permanezca en ellas tras la publicación del presente edicto será considerado como reo del crimen de rebelión.
En la década de 1930, Tenerife contaba únicamente con la logia simbólica Añaza nº270, situada en Santa Cruz en el templo de la calle de San Lúcas. El 19 de julio de 1936 –al día siguiente del Golpe de Estado-, un grupo armado de militares y falangistas se incautaron del recinto, el primero de los que se confiscaron entonces. Los asaltantes se encontraban capitaneados –en un acto de flagrante perjurio masónico- por el VH Jacinto Casariego Caprario, que ostentó la veneratura de la logia durante los años 1927 a 1931. Además de dicho cargo, desempeñó otras oficialías tanto en la Logia Añaza, como en el Capítulo Rosa Cruz Añaza nº 51. Iniciado francmasón en abril de 1921, fue su padrino el coronel de Ingenieros VH José Freixá Martí, y se le otorgó el nombre simbólico de Copérnico. Dos años más tarde fue exaltado como Maestro y en 1929 obtuvo el grado 18. Casariego declaró posteriormente –en 1940- que desde el advenimiento de la República en 1931, fue perseguido por sus propios hermanos de logia por causas políticas, dada su ideología monárquica: no en balde, fue concejal del Ayuntamiento santacrucero durante la alcaldía de don Santiago García Sanabria. Debido a esta supuesta persecución, solicitó la baja de la Orden en 1932, añadiendo que al separarme de ella, quise trabajar en su contra; pero como dije anteriormente, con la República les vino un poder desconocido, siendo mis esfuerzos estériles, en vista de lo cual ya no quise saber, ni que me hablaran de masonería, destruyendo en el año 1934 libros y todo lo que tenía de ella.
Comprometido con los insurrectos con anterioridad al Golpe de Estado, colaboró activamente con el Ejército Nacional: ejerció labores de vigilancia nocturna en la Prisión Militar y asimismo organizó patrullas de vigilancia callejera. Sin embargo, la Guerra Civil se cobró la vida a su hijo primogénito, fallecido en el frente de combate en 1938.
A partir de estas fechas el templo masónico, sus muebles, objetos y gran parte de la documentación pasaron a ser de propiedad militar. El archivo de Añaza nº 270 quedó bajo la custodia del coronel José María del Campo Tabernilla, quien ayudado por varios de sus subordinados, clasificó la documentación y la remitió a Salamanca -a finales del mes de julio de 1937- junto con otros objetos como el estandarte de la propia logia, donde aún se conservan. Campo Tabernilla realizó una memoria, tras el análisis de dicha documentación, donde sostenía la bolchevización de España gracias a la masonería, en connivencia con el judaísmo internacional. Sin embargo, este militar se muestra sorprendentemente razonable a la hora de pedir condenas para los acusados de francmasones: éstas debían reducirse a multas económicas, pérdidas de cargos públicos y destierros; pero nunca las penas de muerte o los simples asesinatos, que tan funestamente en boga estuvieron durante muchas madrugadas de la Guerra.
En este orden de cosas, nos parece oportuno comentar que durante la toma de la logia Añaza, los militares y falangistas se cobraron como víctima mortal al QH Antonio Ramírez Sanjuán; que a la sazón tenía su domicilio en el propio local, puesto que desempeñaba el cargo de Guardatemplo exterior. Desde estas breves líneas, queremos rendir un modesto pero merecido homenaje a quien cumplió fielmente con su deber hasta las últimas consecuencias y ni siquiera tuvo un apropiado funeral, como era preceptivo por aquél entonces. Tuvo el triste honor de ser el tercer muerto de la Guerra Civil y el primero de nuestros hermanos en perder la vida en aquella contienda.
El templo masónico fue cedido en un primer momento a la Falange Española, que instaló allí su cuartel principal en la isla de Tenerife. Por aquella época, los falangistas cobraban una entrada a todo aquél que quisiera visitar la cámara de reflexión y otras curiosidades de la antigua logia. Resulta muy llamativo que se conservase casi toda la simbología masónica del edificio, si tenemos en cuenta la proximidad de la iglesia del Pilar; pues el 21 de diciembre de 1938, el general Franco decreta que todas las inscripciones o símbolos de carácter masónico, o que pudieran molestar a la Iglesia católica, fueran eliminados de todos los cementerios de la zona nacional en el plazo de dos meses.
Por considerar que es una buena muestra de la actitud intransigente de aquellos años, queremos finalizar nuestro trabajo citando un artículo periodístico titulado El local de Falange Española, hasta ayer logia masónica, aparecido en la prensa local poco después de la incautación relatada. Entre otras cosas carentes de rigor argumenta: la Masonería, como toda organización internacional inspirada por el Judaísmo, nos ha traído todos los desastres que ha sufrido España durante dos siglos y que ha culminado con la actual hecatombe (Guerra Civil). Qué diferencia de temperamento con este otro, publicado en nuestra capital apenas un año antes, donde se palpa de manera inequívoca el espíritu de tolerancia y buena convivencia, al señalar que aquí (en Santa Cruz de Tenerife), nadie se ofendería de que se le llamase masón; por el contrario tienen a honra decir que lo son.
Por C.B.I., Ap:. M:.
En Santa Cruz de Tenerife, a 31 de julio de 2015