En el día de hoy damos a conocer el homenaje que se realizó por parte de la Masonería Canaria al Cura Díaz, a D. Manuel Díaz Hernández, figura de suma importancia en el desarrollo de la masonería en la isla de La Palma. Está redactado en primera persona, por parte del Q.·.H.·. A.·. F.·. i B.·., Venerable Maestro de la R.·.L.·.S.·. Nivaria 174 en el momento de este homenaje. Actualmente es miembro de nuestro taller, la R.·.L.·.S.·. Nuevo Mundo 88.
“El pasado mes de Junio y durante los días 29 y 30, se cumplieron tres años del evento que tuve el honor de poder organizar en la isla de La Palma. En aquel momento, siendo miembro y fundador de la R.·.L.·.S.·. Nivaria 174, se me ocurrió que la masonería canaria con la presencia de su la Gran Logia Provincial, celebrara un esperado y deseado homenaje a Don Manuel Díaz Hernández, conocido también como El Padre Díaz, así como para todos los masones de la Isla de La Palma que pasaron al Oriente Eterno.
En estos momentos, y siendo miembro de la R.·.L.·.S.·. Nuevo Mundo 88, recuerdo con mucha ilusión y alegría aquellos momentos de júbilo, que no cesaré de compartir con todos mis Hermanos, y que no pararé en insistirles de nuestra pronta visita.
En 2012 la celebración se desarrolló tal y como habíamos convenido, es decir, el día 29 se celebró el homenaje al Padre Díaz con la participación del pueblo palmero y cuantos hermanos, amigos y familiares quisieron y pudieron acompañarnos. Y el día 30, ya en la intimidad, celebrábamos nuestra Tenida nº 7 en un hotel de la isla.
La idea había estado hilvanándola desde hacía mucho tiempo, y considerándome muy entusiasta y seguidor durante tantos años de la obra de El Padre Díaz, así como del templo masónico que se ve reflejado en la iglesia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, contagié a todos los miembros del Taller, y en particular al Gran Maestro Provincial, Gerry Rubens, quien aprobó y respaldó inmediatamente la idea.
La Isla de La Palma albergó durante todo el Siglo XIX y el primer tercio del Siglo XX a un gran número de masones, los cuales desarrollaron un trabajo muy especial, ayudando a la sociedad más desamparada a que disfrutaran de cultura, arte, y tal vez lo más importante, a aprender que hay algo más allá de vivir en el día a día, difundiendo valores como la libertad, la igualdad, y la fraternidad.
Con una población actual de no más de ochenta mil habitantes, La Palma vivió durante todos aquellos años un nivel cultural de tanta exquisitez, que el resto de las islas hubieran deseado, y gran parte de este trabajo se le debe a la constancia y sabiduría del que fue párroco de la Iglesia de El Salvador, Don Manuel Díaz Hernández.
Desgraciadamente, las dictaduras militares de 1923 y 1936 desestabilizaron y destruyeron todo un trabajo que durante décadas se había ido gestando en una pequeña isla, en la que la masonería había recalado entre políticos, maestros, científicos, escritores, estudiosos y artistas, todos hombres y mujeres librepensadores.
La victoria de los golpistas en la guerra española del 36, acompañados de un catolicismo tradicionalista, desencadenó con furia una persecución, encarcelamiento y en ocasiones fusilamientos de gran parte de aquellos hombres. Y el odio y la ignorancia hacía lo que representa la masonería por parte del gobierno franquista, acabó muy en especial en La Palma, con toda aquella riqueza cultural de hombres buenos y comprometidos. Los más afortunados tuvieron que emigrar a México o Cuba.
A las 17 horas del 29 de Junio de 2012, el ATR de la compañía ISLAS despegaba del aeropuerto de Los Rodeos, cargado de ilusión y buena voluntad que portábamos en nuestros equipajes. Hermanos, familiares y amigos, aterrizábamos treinta minutos después en tierras palmeras con ganas de acometer nuestros planes.
Después de pasar por el hotel, la guagua nos dejaba en el inicio de la calle Real de Santa Cruz de La Palma, desde donde el grupo iniciaba un paseo por el peatonal empedrado de tan distinguida calle.
La Calle Real te transporta nada más pisarla, a un ambiente muy particular. Es sin lugar a dudas, como una calle de cualquier ciudad milenaria del centro de Europa. Se respira historia, cultura, arte y paz.
El fin del paseo por la calle Real nos descubría la Plaza de España, donde preside el edificio del Ayuntamiento, y la Iglesia de El Salvador enfrente, con el monumento del Padre Díaz sobre su pedestal de estilo piramidal en el centro de la misma. En el pedestal destaca por una parte una inscripción en latín, y una escena esculpida de una madre pelicano, que en teoría amamanta a unas crías de pelícanos.
Acababa de celebrarse una misa, lo cual nos benefició en cuanto a que varias personas nos siguieron, y otras se quedaron en el templo, bien por curiosidad, bien porque se imaginaban lo mejor. Los palmeros cuando ven un grupo de personas hacia su templo mas carismático, imaginan que se va a destacar a quien fue el personaje más apasionado por el arte y la cultura en el siglo XIX en la isla.
El párroco Don José Concepción nos tenía preparado el templo para que lo disfrutáramos, y lo utilizáramos para nuestro homenaje a Don Manuel Díaz, pues nuestra idea fue, celebrar un homenaje en el interior del Templo donde hoy reposan sus restos mortales bajo una lápida que data tan sólo desde Agosto de 2008, fecha en que se trasladaron desde el cementerio de la ciudad al citado Templo. Posteriormente se hizo otro breve acto en la plaza, donde preside su monumento.
Me encargué de iniciar la presentación del programa y homenaje, al que también es conocido por los palmeros como el Señor Díaz, pudiendo destacar que para mí, hacía ya treinta y tres años desde que entré por primera vez en la Iglesia de El Salvador, y eso me produjo un cierto respeto tan sólo conocido por algunas personas allí presentes.
Continué diciendo que, pocas veces podremos estar bajo una bóveda celeste tan bien representada, tan preciosa y tan perfecta como la de este Templo. Igualmente pude subrayar en honor al homenajeado que era muy fácil apasionarse por tan ilustre personaje, maestro de artes y oficios, justo y defensor de la libertad del ser humano, y luchador contra la pobreza.
Tuve el honor de presentar y dar la palabra al palmero Don Domingo Cabrera, estudioso de la vida y la filosofía del Padre Díaz, quien desarrolló un gran trabajo adentrándose en los años que vivió Don Manuel, ochenta y nueve, entre el siglo XVIII y el siglo XIX.
Cabrera, se centró en que estábamos delante de una figura excepcional que había pasado a la historia de La Palma por su vocación clerical, que había sido un orador brillante, así como un hombre polifacético que destacó en las bellas artes, principalmente en la pintura, música, escultura, educación, beneficencia y otras muestras.Igualmente siguió diciendo que, ejerció una gran influencia en la vida pública a lo largo de todo el siglo XIX. Fue el símbolo del movimiento liberal palmero, dejando una estela imborrable en la sociedad. Se le considera persona de pensamiento muy evolucionado para su época. También nos descubrió que fue el principal promotor de la actual estructura neoclásica de este recinto, refiriendose al Templo de El Salvador, para cuya reforma contó con la estimable ayuda y conocimientos arquitectónicos de su amigo y colaborador, Don José Joaquín Martín de Justa (1784-1842).
Tras enumerarnos una infinidad de obras de arte muy representativas de la sociedad palmera y sus monumentos, Domingo Cabrera manifestaba que el ilustre palmero no ha tenido el reconocimiento que se merece por parte de su Isla, a la que tanto amó y a la que tan bien representó en todos los ámbitos sociales y culturales. Son sus palabras: “Lo digo sin acritud, pero con la conciencia serena. Ahora, cuando su nombre es el feliz argumento para el presente homenaje a su memoria, no puedo menos que alegrarme y hasta emocionarme con óptimo y sincero orgullo.”
Para finalizar, Domingo Cabrera agradecía de corazón a toda la masonería de Tenerife y acompañantes, por la organización de este acto y homenaje, y a todos los amigos y personas de buena fe que, aman y ensalzan la labor, el arte, y la humanidad del Sr. Díaz con su presencia, habiendo reconocido ver lo más altruista y fundamental de alguien que sembró el bien, el amor a los demás y la justicia.
Tras ser depositado un centro de flores sobre la lápida de los restos mortales que descansan en la Iglesia, se procedió a un breve recorrido entre las obras de arte de la Iglesia, y ya en la plaza, el grupo, más las personas que se unieron al evento, se reunieron delante del monumento al padre Diaz, donde en esta ocasión fue el Gran Maestro Provincial quien hizo entrega de una corona de flores rojas y blancas, en nombre de todos los masones de Canarias.
A continuación se guardó un minuto de silencio en memoria de todos los masones palmeros que pasaron al Oriente Eterno, seguido de una fuerte y triple bateria. Al finalizar este acto, se procedió a celebrar un ágape en un famoso restaurante de la ciudad.