Hace una semana, el programa Salvados entrevistaba a varios antiguos alumnos del Colegio de Nuestra Señora del Pilar de Madrid. En el minuto 53 del programa, Javier Ruperez afirmó: «Yo tampoco exageraría, no existe una orden masónica pilarista».
El tic masofóbico de Rupérez es una muestra de hasta que punto sigue incrustada en algunos sectores de la sociedad española la imagen deformada de la Masonería que durante cuatro décadas cultivó el régimen del general Franco para atacar la honorabilidad de la institución. Decía el periodista Francisco Umbral que los masones fuimos los judíos de Franco. La diferencia es que Alemania, consciente de su pasado, es especialmente sensible a cualquier expresión antisemita.
Nuestra defensa del librepensamiento, la tolerancia y la fraternidad universal siempre será atacada visceralmente desde los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad. Contamos con ello. Pero la frase mal escogida de Rupérez nos duele. Porque fundó Cuadernos para el Diálogo durante la dictadura, porque fue víctima de la intolerancia y el fanatismo durante la transición y porque actuó en democracia como presidente de diversos organismos internacionales y embajador de España en Washington, capital de una nación que, con todos sus defectos y virtudes, fue fundada por algunas de las más ilustres personalidades que difundieron los valores de nuestra institución.